La primera vez que a un ser humano se le ocurrió que podía mejorar la higiene y el bienestar de su perro rebajando el volumen de su pelaje fue en el siglo I a.C. O al menos esto es lo que nos cuenta el científico, naturalista y escritor latino Plinio el Viejo en su obra Naturalis Historia. Se trataba, en concreto, de perros de pastoreo muy peludos que eran esquilados junto a las ovejas.
En el siglo XIV empezaron a aparecer cortes de concepto trendy entre los perros, por ejemplo el arreglo tipo león que lucían el caniche y el bichón. Y en el siglo XIX, con la llegada de la Belle Epoque, la práctica empezó a extenderse en París, donde peluqueros ambulantes se colocaban a la orilla del Sena provistos de una caja de madera con sus herramientas y bañaban a los perros en el río.